9 de Diciembre de 2021
El dato no es nuevo, pero sí escalofriante. Se estima que una de cada tres mujeres en el mundo sufren de violencia de género; es decir, no es un hecho puntual, sino que se trata de un fenómeno estructural de nuestra sociedad y, como tal, requiere del compromiso político y social de todos y todas para prevenirlo y combatirlo. No lo conseguiremos de otro modo.
Desde que, en marzo de 2020, que se declarara la pandemia del coronavirus, el mundo entero se vio frente a una crisis sin precedentes que necesitó de medidas extraordinarias para afrontarla. Una de las impulsadas globalmente en mayor medida fue el confinamiento de la población; una estrategia fuera de lo común, cuyo alcance y consecuencias eran difíciles de predecir. Sin embargo, pronto se dejaron sentir impactos sociales negativas como el desempleo, la deserción escolar y el aumento de los niveles de pobreza, entre otros; y, por supuesto, la violencia de género se vio fuertemente intensificada.
En España, durante las primeras dos semanas de confinamiento las llamadas al 016 (número habilitado para situaciones de emergencia en casos de violencia de género) aumentaron un 12,43% y las consultas en línea, un 269,57% con relación al mismo periodo del año anterior. Las restricciones de circulación impuestas por el estado de alarma hicieron descender la cifra de denuncias, mientras crecían las situaciones de tensión en el interior de las casas.
Pero, una vez más, y como consecuencia de la sociedad desigual en la que vivimos, se ha podido comprobar que los impactos de la pandemia sobre los niveles de exposición y vulnerabilidad ante la violencia de género en sus múltiples formas no han sido los mismos para todas. En el caso de las mujeres migrantes, la situación es aún más complicada, ya que debemos tener en cuenta algunas vulnerabilidades específicas relacionadas con su situación migratoria, social y económica. Así lo señala un informe sobre la incidencia de la pandemia y la violencia de género realizado por la Unión de Asociaciones Familiares y Alianza por la Solidaridad, con la colaboración de la Universidad de Salamanca. Cuestiones básicas como la falta de red de apoyo, el desconocimiento del idioma y de los recursos a los que poder acudir en caso de necesitar ayuda son esenciales para hacer frente a la violencia machista. Este grupo de mujeres ya estaban muy presentes en las estadísticas y la pandemia del coronavirus no ha hecho más que mostrarnos la peor cara de un sistema que las discrimina y excluye de diversas formas.
El impacto de la Covid-19 ha sido tan fuerte que, además de las barreras y dificultades que han tenido que afrontar las mujeres, debemos hablar también de lo complejo que ha sido abordar este asunto. No ha quedado más remedio que readaptar los servicios para continuar atendiendo unas necesidades en aumento. Muchas profesionales de la primera línea de atención hablan en el informe sobre la complejidad del problema y la insuficiencia de herramientas institucionales para responder en tiempo y forma adecuados.
Si queremos prevenir y combatir la violencia de género en nuestra sociedad y las innumerables consecuencias para quienes la padecen, necesitamos de forma urgente redoblar los esfuerzos. Hablar de ello y ponerlo en palabras es el primer paso para visibilizarla; divulgar información clara para quienes necesiten ayuda; diseñar estrategias integrales que acompañen a quienes sufren violencia, pero que también brinden herramientas que favorezcan al empoderamiento es fundamental. Aprender de la experiencia y extraer lecciones de los meses más duros que nos ha tocado vivir. Debemos fortalecer las redes y agilizar los procedimientos a la hora de atender a las mujeres en estas situaciones. Pero es igualmente necesario que los y las diferentes profesionales que identifican y atienden a las múltiples formas y realidades en las cuales se manifiesta la violencia tengan herramientas interculturales e interseccionales que les ayuden en su trabajo. No nos cansamos de repetirlo: acabar con la violencia contra las mujeres es urgente y requiere de un fuerte compromiso de todos y todas.